Cuántas veces estamos todos juntos pero nada compartimos… Cuántas veces charlamos con otros pero nada escuchamos… Cuántas veces discutimos con el “otro” sin saber que nos dijo…
Cuántos somos los que valoramos el tiempo de estar juntos para compartir… Cuántos los que intercambiamos opiniones sin discutir ni agredir…
A veces las situaciones personales nos cubren completamente, nos “enfrascan”, nos aíslan… No escuchamos, no vemos, no compartimos… Qué difícil resulta para algunos desprendernos de esta situación y más difícil, aun, para quien recibe este mensaje…
Pero en entornos favorables y otros no tanto, todos estamos incluidos.
Y en estos ambientes están circunscriptos nuestros bedeles, y para reflejar su sentir que mejor citar las palabras de M. A., “debemos recibir todos los mensajes (de los profes, los alumnos, las directoras de estudio) cargados de su estado emocional personal y sonreír al costo que fuere para terminar bien la jornada”, pero también fueron muy importantes la acotación de B. G. “sino terminas empastillada porque peligra tu salud”.
Esta situación, en dos recortes de un diálogo más extenso (que puede ser ficticio), hace que reflexionemos acerca de nuestra relación con el otro, de nuestra forma de comunicarnos y de nuestros vínculos con los “compañeros de trabajo”.
Cuántos somos indiferentes a estos planteos… Cuántos escépticos a creer que mejorando los vínculos se optimiza el clima/ambiente laboral. Sería muy útil pensar en las situaciones que hemos modificado para incrementar el bienestar de los que intervienen en la misma; si somos capaces de imaginar tal momento estamos en buen camino, si no lo logramos… estamos a tiempo de generarlos.
Solo necesitamos muy poco: ser cordiales…pero no se puede definir a la cordialidad con un solo objetivo, no se puede calificar de una sola manera. Solo sabemos que se logra con una mezcla de ingredientes que dan como resultado, una persona sumamente agradable, amena afectuosa, es decir, una persona como tú que se despoja de todos los problemas o situaciones personales al ingresar a la institución y se relaciona con todos de manera agradable. Parece difícil verdad, pero hay un grupo de colegas que lo hacen: los bedeles, por ejemplo; todos los días con la misma sonrisa, todas las semanas con la misma amabilidad, todos los meses con la misma gentileza y todo el año con la misma responsabilidad…
Entonces, pensando en ellos, podemos decir que la cordialidad es la temperatura del corazón, que aunque no aparezca en los electrocardiogramas, se intuye con mucha facilidad si las personas son amables y acogedoras.
Cuántos somos los que valoramos el tiempo de estar juntos para compartir… Cuántos los que intercambiamos opiniones sin discutir ni agredir…
A veces las situaciones personales nos cubren completamente, nos “enfrascan”, nos aíslan… No escuchamos, no vemos, no compartimos… Qué difícil resulta para algunos desprendernos de esta situación y más difícil, aun, para quien recibe este mensaje…
Pero en entornos favorables y otros no tanto, todos estamos incluidos.
Y en estos ambientes están circunscriptos nuestros bedeles, y para reflejar su sentir que mejor citar las palabras de M. A., “debemos recibir todos los mensajes (de los profes, los alumnos, las directoras de estudio) cargados de su estado emocional personal y sonreír al costo que fuere para terminar bien la jornada”, pero también fueron muy importantes la acotación de B. G. “sino terminas empastillada porque peligra tu salud”.
Esta situación, en dos recortes de un diálogo más extenso (que puede ser ficticio), hace que reflexionemos acerca de nuestra relación con el otro, de nuestra forma de comunicarnos y de nuestros vínculos con los “compañeros de trabajo”.
Cuántos somos indiferentes a estos planteos… Cuántos escépticos a creer que mejorando los vínculos se optimiza el clima/ambiente laboral. Sería muy útil pensar en las situaciones que hemos modificado para incrementar el bienestar de los que intervienen en la misma; si somos capaces de imaginar tal momento estamos en buen camino, si no lo logramos… estamos a tiempo de generarlos.
Solo necesitamos muy poco: ser cordiales…pero no se puede definir a la cordialidad con un solo objetivo, no se puede calificar de una sola manera. Solo sabemos que se logra con una mezcla de ingredientes que dan como resultado, una persona sumamente agradable, amena afectuosa, es decir, una persona como tú que se despoja de todos los problemas o situaciones personales al ingresar a la institución y se relaciona con todos de manera agradable. Parece difícil verdad, pero hay un grupo de colegas que lo hacen: los bedeles, por ejemplo; todos los días con la misma sonrisa, todas las semanas con la misma amabilidad, todos los meses con la misma gentileza y todo el año con la misma responsabilidad…
Entonces, pensando en ellos, podemos decir que la cordialidad es la temperatura del corazón, que aunque no aparezca en los electrocardiogramas, se intuye con mucha facilidad si las personas son amables y acogedoras.
2 comentarios:
http://www.youtube.com/watch?v=y9JULJhCsXk
un aporte de www.diasdemiercoles.blogspot.com!!!
Qué linda imagen la de los bedeles! cual coro de angelitos...=)
qué sabias palabras!!! y qué paciencia nos tienen!!!
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